Oración y Lectura
El pecado nunca será algo de lo que nos
podamos sentir orgullosos, al contrario, el pecado siempre traerá
consigo vergüenza, es por ello que la mayoría de nosotros al cometer un
pecado no sentimos avergonzados, puesto que hemos sido llamados a ser
fieles a Dios, pero nuestra naturaleza carnal muchas veces nos gana la
partida y terminamos haciendo lo que no queríamos hacer.
Y es que no vamos a negar que a pesar
que ahora somos hijos de Dios siempre hay ciertos hábitos en nuestra
vida que nos avergüenzan. Nosotros podemos ver a un persona
exteriormente, y posiblemente refleje mucha santidad y un excelente
testimonio, pero en ocasiones esas personas que tienen muy buena
apariencia en la intimidad están luchando constantemente con pecados que
los avergüenzan y hasta roban autoridad porque el enemigo está
constantemente acusándolos de hipócritas.
Reflexionando
en ello me doy cuenta que en muchas ocasiones estamos atados a pecados
que bien pudiéramos dejara fácilmente, y digo “fácilmente” porque aunque
para nosotros parezca algo difícil de superar la realidad es que todo
pecado está al alcance de superar para la persona que lo sufre, lo único
que se necesita para ello es la determinación de dejarlo, porque Dios
siempre ha estado allí para apoyarnos y fortalecernos.
Muchas personas pasan años pidiéndole a
Dios que les quite ese pecado que tanto les avergüenza, pero mi pregunta
es: ¿Qué estás haciendo tu para dejarlo?, ¿Acaso queremos que del cielo
baje un ángel y nos evite cometer ese pecado que quizá diariamente
cometemos?, eso no pasará.
Haber dejemos claro algo: DIOS SIEMPRE ESTA DISPUESTO A AYUDARNOS,
la ayuda de Dios siempre está allí, pero lo que no siempre está allí es
la disposición del ser humano para poder superar eso que nos causa
vergüenza pero que de una u otra forma nos gusta hacer porque nos causa
un placer que luego se convierte en vergüenza y hasta frustración.